viernes, 31 de enero de 2014

07- Cuento en el espejo






-Cuento uno... dos... tres... cuatro... cinco..., ¡basta!, por hoy suficiente, la rutina ya está.

Marce se miró al espejo que empapelaba el salón del gimnasio. Fijó su mirada en sus tríceps y frunció una ceja - Un toque más –pensó. Siguió recorriendo todo su cuerpo como inspeccionando un suéter de segunda selección. Se sabe que esta fallado, así es que hay que mirar bien para encontrar la minúscula falla. Ese hilo que sobresale, esa puntada descarriada. ¿Dónde estará la falla? Pero no, esa vez no encontró más fallas, solo los tríceps que debía trabajarlos un poco más mañana.

-Ayer Claudia en la cama me dijo que estaban bien, que a ella le gustaban, debe ser cosa mía, deben estar bien –pensó.

Siguió recorriendo con su mirada el espejo; se detuvo en el tipo ese, del que no sabía el nombre. Sentenció que tenía demasiado pectorales y pocas piernas. -¡Es una lástima que desproporcionara así! El auto que tiene es un fierro... debe correr bastante en ruta, seguro tocaría los 350 km/h. Siguió recorriendo con la mirada el espejo, y se topó con Dani..., tenía muy buenos glúteos, los había trabajado muy bien, aparte quedaba bien con su caminar, el resto del cuerpo era perfecto, había desarrollado muy bien los brazos, y aparte tenía toda la onda, rubio carilindo, guita, minas, en el vestuario lo había visto y tenía un tamaño impresionante. Lo único malo, que era de Boca. ¡Qué baile que le dieron a los Xeneizes el domingo!

-Jefe ¿tiene algo para dar? -Vociferó un muchacho desde la puerta del gimnasio a Pablo, el dueño, que estaba frente al mostrador-. Estas voces distrajeron a Marce que dirigió su mirada hacia ellos.

-No nene, no tengo nada hoy. –le contestó Pablo al muchacho. El chico, que no pasaría de los 17 años, asintió con la cabeza, como sin darle mucha importancia y recorrió, mientras todavía asentía con su cabeza, todo el salón, observando todo, pero sin detenerse en nada en especial. Como si encontrase todo lo que se esperaría encontrar, en un gimnasio así, y luego volvió su mirada fijándola fuertemente en Pablo.

-Gracias maestro -le dijo secamente y se fue.

Marce se incorporó del banco del remo y se dirigió hacia el mostrador donde estaba Pablo. En el camino tomó una botella de ese líquido de sales minerales, ¡ése, sí! el de la propaganda de TV.

-¿Pensaste que venía a hacerse socio el pibe ese? -le preguntó irónicamente-.

-¡No! viene cada tanto a pedir, ya estoy acostumbrado, ¿sabes la cantidad de pibes de la calle que entran a pedir algo al negocio? ya me tienen podrido.

-Me imagino... deben ser insoportables, buen, me voy a duchar.

Marce entró a las duchas y volvió a pensar en sus tríceps. Tenía que trabajarlos más. Sino, no iban a armonizar con el resto de su cuerpo. Abrió la llave de la ducha y sintió el agua tibia sobre su cara y luego sobre su cuerpo. Se sentía bien, nada mejor que sentir que ha trabajado correctamente su cuerpo. De pronto comenzó a marearse. Cayó al suelo.

Al volver en sí, estaba en el salón del gym, su vista se clavó en Dani, aquel rubio carilindo, que también lo miraba fijamente.

Sin saber porqué, Marce levantó su brazo derecho. Observó que Dani levantó el brazo izquierdo y luego lo bajó. Inmediatamente el joven rubio se puso de costado y se miró sus glúteos... lo miró a Marce y este miró los de Dani. Luego el rubio volvió a su aparato y siguió con su rutina. Marce permaneció allí parado, en el salón, mientras los otros hombres hacían sus rutinas. De pronto sintió frío en su brazo derecho y en sus nalgas, y al mirar vio aterrorizado sus propios músculos. Sólo sus músculos, sin piel, color carne, estriado y brillante. Su respiración se aceleró, quiso gritar, pero no pudo, quiso correr, pero tampoco pudo, permanecía allí parado, sin poder dejar de mirar aquellas partes desnudas de piel; el músculo deltoides, el bíceps y el tríceps braquial, el braquial anterior, el flexor de la muñeca y el de los dedos, los glúteos. Todos, todos esos músculos estaban a la vista. Los tendones y ligamentos también se veían. Y él ahí parado, nadie lo miraba, nadie hacía nada.

De pronto ese otro tipo, ése del que no sabía su nombre, se acercó y lo miró fijo a los ojos, Marce pensó que vendría a ayudarlo, pero no, vio como bajaba la vista, le miraba sus pectorales mientras respiraba profundamente e inflaba su pecho. Marce hizo lo mismo sin saber por qué. Luego se miró sus piernas y vio que el tipo ese también las miraba, para luego dar la vuelta e irse. Marce quedó nuevamente solo. Y nuevamente sintió frió, pero esta vez, en el pecho y en las piernas. Bajó la mirada y vio sus músculos pectorales y los de sus piernas en crudo. Intentó gritar pero no pudo, estaba paralizado, no atinaba a nada, no sentía dolor, sólo pánico, un pánico que lo inmovilizaba totalmente.

Veía sus pectorales, sus rojos cuádriceps crurales, los de la tibia y tibia anterior, el gastrocnemio, el sóleo, los músculos de la corva, todos, todos los músculos al aire, también el tendón de Aquiles. Se le había caído la piel, y nadie lo ayudaba, lo ignoraban.

Quería llorar, pero tampoco eso atinaba a hacer. Sólo permanecía inútilmente ahí parado exhibiendo sus músculos al aire...

De pronto contuvo la respiración.

Comprendió.

-¡Es el espejo!, ¡estoy en el espejo...!, ¡el espejo del gimnasio!

Soy su reflejo, el reflejo de cada uno de los que miran sus músculos-.






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