viernes, 31 de enero de 2014

06- La Matanza






Ese hombre es bueno, es generoso, tiene dinero sí, pero es generoso, es gente de plata y es generoso, es gente de plata pero es generoso.

Ese hombre gusta de la naturaleza por eso se fue a vivir a un country, pero duró poco en ese lugar. Sus vecinos -empresarios-jergarcas-nazis-de-medio-pelo- sólo hablaban en estos términos: ¡En este país no hay seguridad! ¡Al conurbano hay que alambrarlo y dejarlos todos adentro; sólo dejarlos salir en camiones para asfaltar rutas y esas cosas! Le pareció horrible vivir ahí, sus vecinos eran dueños y accionistas de grandes empresas y como es la tradición en estas latitudes, de oligarquías buscadoras de intereses personales e inmediatos, poco, es decir, nada, le importaba el desarrollo de un modelo “país”, eran empresarios personales, no empresarios de una nación. No proyectaban hacia un futuro como sociedad, sino que especulaban y proyectaban su propio camino.

Ese hombre, no aguantó el country y llevó a su familia lejos de ese campamento-de-rubias platinadas-esposas-de-los-mercaderes-jergarcas-nazis-de medio-pelo y se instaló en las afueras de la ciudad. Un barrio bien, pero normal. A su casa la rodeaba un gran parque al que llevó a vivir a sus rubios mellizos, el varoncito, Nahuel y la nena Muriel de 13 años, su mujer de hermosos ojos, Marina, estaba contenta, ella era oriunda de un barrio bian, arquitecta paisajista, era simple y generosa, ella rediseño su propio parque. Formaban una familia de buen corazón.

A ese hombre le daba asco, el menosprecio hacia los pobres y la ostentación de la riqueza, se reía de eso, siempre le contaba a Marina que su teoría estaba bien comprobada en los vestuarios de la empresa, todos los que tenían enormes 4x4 de ciudad tenían penes diminutos. Algunos lo tenían mediano, pero cuanto más grande la camioneta, más pequeño les colgaba. Reían hasta llorar de risa. Marina lo amaba, amaba su simpleza y sencillez.

Un día ese hombre volvió de su empresa a su hogar, entró en el parque en su auto común y al llegar a la casa vio la puerta abierta… Lo que sigue es fuerte, podés saltear estos renglones y seguir leyendo después del punto aparte. Entró presintiendo algo malo, entró al living y vio todo revuelto, llamó a su esposa pero nada, llamó a sus hijos pero nada. Subió las escaleras y entró al primer cuarto, el de su nena Muriel, la vio desnuda, ensangrentada y muerta, corrió hacia ella y lo comprobó, yacía golpeada y violada... gritando fue hacia la otra habitación, la de su varoncito Nahuel, lo encontró desnudo, ensangrentado y violado. Apenas pudiendo caminar fue tambaleando hacia su cuarto llorando, gritando, explotando por todos sus poros y se encontró con su Marina desnuda, ensangrentada, violada… Todos muertos.

Fueron violados y asesinados por malvivientes”. Aquel hombre apenas escuchaba los demás detalles de lo robado y dañado en su casa, que daba el policía. Estaba sentado en ese sillón, en esa comisaría, en esa pesadilla. Apenas escuchaba, sólo resonaba en su mente… “Fueron violados y asesinados por malvivientes”. En esos momentos tenía ganas de matar, sus manos temblaban de rabia e impotencia, su mente rondaba en los límites de la locura, en esa zona gris donde no estás loco, donde no estás cuerdo, donde no estás, pero estás. Esa zona gris que la gente “normal” pocas veces transita. Temblaba y sólo veía las imágenes de su familia violada y asesinada. Sentía ganas de vomitar de asco y odio, tenía ganas de matar y saciar su instinto más primario de venganza, por la ausencia de su familia, por la brutalidad humana, por la bestia humana que puebla este planeta, aquella que mata y deja morir, la bestia humana: El humano. El despreciable círculo humano.

Varias semanas después, aún bajo atención siquiátrica, se presentó en un barrio carenciado del conurbano y con un revolver de 4,5 mm, desde el auto, mató a unas ocho personas, tantos como su tambor de munición le permitió. Entre las víctimas fatales, había mujeres y niños que volvían del colegio. Su auto desapareció rápidamente del barrio del conurbano y fue directamente al country. Recargado su revólver, mató a unos siete empresarios-jergarcas-nazis-de-medio-pelo que almorzaban en el jardín de uno de los caserones estilo inglés.

Ahí mismo se voló los sesos.

Muchos creyeron comprender el porqué de la matanza en el barrio pobre del conurbano.

No puedo asegurar, si alguien comprendió también el porqué de la matanza en el country.

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